• Roturas I
      

Roturas I (1974)

La obra del Equipo Crónica estaba llena de guiños a la historia de España, de su pintura y del tiempo que les tocó vivir a sus integrantes en los años sesenta y setenta. Resuelta en una mixtura extraña de pop art, geometría e informalismo, esta obra cita, en primera instancia, la imagen pictórica de un alto dignatario perteneciente al Siglo de Oro español que ha sido rota, desgarrada, en varios pedazos. Reconstruyendo mentalmente esa imagen observamos a un personaje de la corte de los Austrias, vestido a su usanza, pero que se halla respaldado por unos rayos solares y nubes pertenecientes, por completo, al mundo del cómic. Asimismo, advertimos que en uno de los fragmentos hay unas tijeras, como herramienta que pudiera haber portado en sus manos el histórico sujeto.

En vista de los rasgados de la supuesta imagen pictórica, la mención a las tijeras podría tener sentido al suponer que con ellas se recortó la imagen geométrica que, a su vez, contiene los trozos desgarrados. Así, la imagen del personaje roto con las manos estaría ocupando de una manera desordenada el espacio que, previa y supuestamente, él habría recortado con sus tijeras. Esa forma de irregular geometría está, asimismo, ocupando irregularmente la pintura de Equipo Crónica. De tal modo, tenemos una pintura dentro de una pintura y un desgarro dentro de un recorte.

Las constantes referencias a la pintura histórica española y a los grandes sujetos que protagonizaron dicha historia constituyeron un leitmotiv para Equipo Crónica, que se sirvió de ello para llevar a cabo, desde el humor ácido, una crítica política al régimen de Franco. Aquí la historia se muestra como el espejo de una imagen fija hecha añicos y conservada dentro de los angulosos límites de un espacio cerrado, pero cuyo fondo cromático, al fin y al cabo, es igual dentro y fuera de ese marco histórico-pictórico.

La idea de “romper” con una historia de España patrimonializada por el régimen de Franco quedó magníficamente plasmada en esta pintura de Equipo Crónica. La imagen del Conde-Duque de Olivares, recordado tal como lo retratara Diego Velázquez, se muestra rota, desgarrada en doce pedazos informalmente dispuestos unos junto a otros. La figura del político y aristócrata está respaldada por unos rayos solares extraídos del lenguaje del comic, entre nubes, y parcialmente rodeada por una cinta rojigualda que en la primera mitad del siglo XVII no significaba lo que vino a representar siglos después. Esos desgarramientos, que sólo han podido hacerse por unas manos humanas, se hallan inscritos dentro de una irregular figura geométrica de siete lados y que es una pieza inserta, y por tanto separable, del resto de la monocromática superficie del lienzo. Así, la Historia se rompe y deshace en sus elementos políticos pero, en tanto que conjunto de hechos conducentes hasta el presente, encaja y explica perfectamente con lo que como país somos hoy: un encaje difícil pero posible hecho a base de rupturas.