Esta obra de Gerardo Rueda fue el resultado de un encargo que Hidroeléctrica Española –hoy Iberdrola– le hizo para su edificio de oficinas en la calle Claudio Coello, de Madrid, diseñado por Miguel Oriol a finales de los años sesenta. Cada uno de estos seis paneles se ubicaba en cada uno de los pisos del edificio, esto es, no estaban previstos para ser contemplados simultáneamente, aunque ahora se muestran juntos como un políptico de intención unitaria.
Al recibir esta clase de encargos, Rueda siempre se preocupó por entender la naturaleza de la petición, y así poder expresar algo relativo al lugar donde iba a ubicarse la obra o a las personas que fueran a disfrutarla. En este caso, desde el propio título, La luz, el vínculo era directo para una corporación dedicada a la producción de electricidad.
En un formato fuertemente vertical, Rueda fabricó seis cajas de color –dentro de las cuales incluyó piezas geométricas de gran simplicidad (cuadrados, rectángulos y trapecios), pintadas todas ellas en dos o tres colores armónicos–, las cuales al refractar la luz circundante transmiten una fuerza cromática en movimiento ordenado. Rueda, que empezó a finales de los años cuarenta como pintor de paisajes urbanos de orientación cubista y constructiva, experimentó una evolución muy coherente que le aproximó al minimalismo y a ciertas vertientes del povera, manteniéndose muy al día y elaborando un riguroso sistema de trabajo fundado en extremos contrarios: disciplina y libertad, geometría y subjetividad, razón y lirismo, orden y ornamento.