Thomas Ruff, otro discípulo de los Becher, mantiene, como sus compañeros de generación, algunas de las premisas de sus maestros pero cambia otras o aporta novedosas variantes. Tras la serie de retratos de jóvenes alemanes, tipo carné de identidad, que le proporcionó un reconocimiento internacional –y con el que de alguna manera prolongaba la serie de profesionales realizada por August Sander en la década de 1920, solo que referida ahora a personas anónimas–, Ruff diversificó el campo de sus intereses atendiendo a otros asuntos, como la fotografía realizada con cámaras de visión nocturna, los cielos estrellados, la pornografía en Internet, la abstracción cromática, edificios racionalistas plasmados en imágenes movidas, paisajes…
Muchas de las imágenes de Ruff, más que estar ejecutadas por él, han sido manipuladas por él tras apropiárselas de revistas, libros y, sobre todo, Internet, convirtiendo lo anodino en relevante y significativo a través de las alteraciones que introduce en tales imágenes apropiadas; unas alteraciones habitualmente mínimas, apenas perceptibles, pero con carga suficiente para convertirse en otra cosa.
En sus imágenes tomadas con cámaras de visión nocturna, como la aquí expuesta, orientadas hacia la contemplación de edificios corrientes ubicados en lugares sin alma, se aprovecha de la coloración verdosa y el misterio que deriva de ambientes tan desolados para suministrar la inquietante idea de que algo terrible, en cualquier momento, en cualquier lugar, puede ocurrir, y que ello será observado y grabado por un ojo que no descansa y que ignoramos a quién pertenece.