La composición triangular tiene el vértice superior en la parte alta de la torre –en realidad, castillo de Enrique II de Trastámara– y la base está formalizada por la hilera de toros y caballistas en la parte inferior del lienzo. En medio, las casas iluminadas por un sol que no llega al plano más cercano. La verticalidad de la composición ofrece un aire entre aguerrido y espiritual. La cascada de construcciones, levemente geometrizadas, encuentra su contrapunto natural en el frondoso árbol del ángulo superior derecho. La escena recoge una de las tradiciones más populares de la población, la de los garrochistas, detalle que no pudo escapar a un aficionado a la tauromaquia como fue Maeztu.
Dueño de cualidades escenográficas y compositivas de gran fuerza, aunque diferentes de las que se observan en Zuloaga, Maeztu desplegó un repertorio iconográfico característico en el que se entremezclan lo popular, la historia, el paisaje y la monumentalidad arquitectónica. Esos temas quedan perfectamente recogidos en esta pintura realizada en la localidad salmantina de Ciudad Rodrigo. Salamanca fue tierra atractiva para muchos vascos, no solo para el rector de su Universidad, sino también para pintores como Iturrino, Larroque y otros.
Gustavo de Maeztu, al igual que Echevarría (cuyo Pampliega tiene similitudes con esta pintura), fue un pintor destilado del pensamiento de la Generación del 98, en particular de los escritores vascos Unamuno, Baroja y su propio hermano, Ramiro. Él mismo era también escritor, si bien sus relatos se alejaban de arquetipos y trascendencias para acercarse a personajes y situaciones de una cotidianidad observada con sarcasmo e ironía.