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2.5.89-7.5.89 (1991)

Richter es un pintor que utiliza abundantemente la fotografía. A veces lo hace para, a partir de ella, crear una pintura, y otras veces pinta directamente encima de la imagen fotográfica. Nunca toma fotografías como un camino hacia la pintura, sino por su condición fotográfica, para más tarde descubrir que algunas de ellas le sirven para realizar una pintura. Este valerse de una imagen tomada con la cámara –en ocasiones imágenes borrosas y poco atractivas en principio– arranca de los años sesenta, de los comienzos de su trayectoria. Por otra parte, la utilización de la fotografía como soporte al que incorpora óleo es una práctica que empezó a desarrollar de manera continuada a partir del año 1989; fotografías en color, por lo habitual, no siempre tomadas por él mismo, pues en ocasiones utiliza las realizadas por amigos y familiares, de tamaño pequeño, en las que se ven –si no quedan completamente ocultos tras la capa de pintura– paisajes, edificios o personas en situaciones cotidianas normales, es decir, fotografías como las que tenemos cualquiera de nosotros en nuestras casas y álbumes.

Menos frecuente en este artista es la composición de imágenes fotográficas en blanco y negro y en las que, además, no hay intervención pictórica, como es el caso de esta obra, realizada en el año en que dio comienzo a este recurso de pintar sobre papel fotográfico emulsionado.

La escena se desarrolla en el interior de una habitación y el ángulo o punto de vista es el mismo en las seis imágenes. El espacio se observa invadido por las sombras –mayores o menores– y uno, dos o tres hombres se mueven en él desarrollando una acción cuyo sentido se nos escapa. Las figuras, al desplazarse, dejan formas borrosas, lo cual, junto al tenebrismo que domina el lugar, transmite una sensación opresiva y angustiosa. La presentación unida de las seis imágenes indica que hay una narración en el conjunto y la ausencia de pintura determina que es, justamente, esa acción y la disposición de las imágenes que la documentan, como políptico, lo que el artista consideró su creación. Existe en esa habitación y en tales hombres un recuerdo tanto de los individuos enjaulados en las pinturas de Francis Bacon, como de las celdas y patios de manicomios recogidos por Francisco de Goya.

Es conocida la estrecha relación que el pintor alemán Gerhard Richter ha mantenido siempre con las fotografías, tanto para realizar sus óleos a partir de ellas como para pintar directamente sobre dicha clase de imágenes. Este políptico fotográfico sin rastro alguno de pintura, por tanto, es una rareza y describe la acción de un borroso grupo de personas (entre las que se reconoce al propio Richter, como inesperada aparición, en el único momento que una de ellas se sitúa en el foco de la cámara), moviéndose entre sombras y luces, en el interior de una habitación sobre cuyo suelo se agitan.