• Erizos de mar en la marea baja
      

Erizos de mar en la marea baja (2001)

El interés de Miquel Barceló por las texturas rugosas y muy cargadas de materia le llevó a mirar el fondo marino como lugar propicio para encontrar en él ese tipo de irregulares y pastosas densificaciones, fruto de la acción del tiempo, el oleaje, la flora y la fauna acuáticas, las cuales, cargadas de un significado natural, le resultaban atractivas para trasladar al lienzo. Unos lechos marinos que, al quedar en descubierto con la marea baja, muestran la larga sedimentación de materiales (barro, arena, algas…) traídos y arrojados por un mar transitoriamente batido en retirada, y que con cada bajada deja una orografía diferente al haber removido, por su empuje, aquí esto y allí lo otro.

Barceló, quien tan a menudo ha interpretado la fauna marina en sus esculturas cerámicas (recuérdese la capilla en la Catedral de Palma de Mallorca), atiende aquí a su hábitat y a las huellas dejadas por esa fauna –y flora– ahora invisible. Se trata de una pintura abstracta, matérica y casi monocromática, pero también podría decirse que es una pintura de enorme realismo, si bien referida a un micropaisaje al que, por su precariedad y transitoriedad, apenas prestamos atención. 

Habituados a contemplar con delectación la majestuosa superficie del mar, sospechamos que su momentánea ausencia en las orillas costeras no deja nada interesante. Sin embargo, Barceló descubrió en esas tierras inundables la piel de un hogar salvaje arrasado cada seis horas, la corteza de un planeta extraño, pero que se halla en este: bajo el oleaje y hecho con sus embestidas.