Vuit creus es parte de la exploración continua de Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012) sobre el significado de los símbolos cotidianos y su capacidad para evocar lo espiritual. Las cruces en la composición no solo funcionan como elementos visuales sino también como marcadores de presencia, de límite. En palabras del propio autor en El arte y sus lugares (Siruela, 1999): “Cruces (y también equis) como coordenadas del espacio, como imagen de lo desconocido, como símbolo del misterio, como señal de un territorio, como marca para sacralizar distintos lugares, objetos, personas o fragmentos del cuerpo, como estímulo para inspirar sentimientos místicos, para recordar la muerte y, concretamente, la muerte de Cristo, como expresión de un concepto paradójico, como signo matemático, para borrar otra imagen, para manifestar un desacuerdo, para negar algo.”
En Vuit creus, el relieve gofrado aparece por encima precisamente de un territorio tachado, censurado en negro, tras el que todavía pueden distinguirse algunos trazos rojos. La ancha franja negra podría ser un cercado, un muro, (de nuevo un límite) tras el que no nos está permitido ver nada, y sobre el que los relieves de las ocho cruces impactan con fuerza desde justamente el otro lado, el reverso, la cara oculta de la pintura.
La importancia de Antoni Tàpies radica en su capacidad para redefinir el lenguaje visual, transformando la materia en vehículo de reflexión filosófica. Su obra desafía los límites tradicionales del arte, mezclando elementos humildes y texturas ásperas con un profundo simbolismo. Al incorporar signos universales, como cruces y huellas, logra conectar lo personal con lo colectivo y lo terrenal con lo trascendental. Tàpies nos enseña a mirar más allá de las apariencias. Su legado amplía las posibilidades del arte como espacio de pensamiento y transformación.